jueves, 9 de diciembre de 2010

Otra Actitud / Crónica

Nos correspondía conocer la vida interna de la Fundación (Paréntesis) y comprender de primera fuente como era su labor, como llevan a cabo su difícil labor de rehabilitar a personas que padecen una enfermedad que menoscaba a las personas y a su entorno: la drogadicción.

Para llevarnos una visión completamente tangible nos dirigimos al Centro de Programas Terapéuticos, Residencial San Francisco de Asís, ubicado al sur de ciudad de Santiago, en la periférica comuna de La Pantana, una de las más pobres de nuestra Región Metropolitana y con los niveles más altos de penetración de drogas en menores de 18 años.

Precisamente este centro es para “adolecentes de extremadamente bajos recursos, excluidos socialmente, en situación de calle y con consumo problemático de drogas”, como nos describe Rodrigo Cañete, funcionario de (Paréntesis).

Rodrigo nos recibe en una casa de madera, rodeada de murales que los mismos jóvenes que viven en el centro han pintado, cuenta con jardines verdes y cuidados, que otorgan un frescor natural al contrario del resto de la comuna que muestra una hostilidad árida, solo resguardada por los grifos abiertos en las poblaciones.

Rodrigo es una persona joven, de no más de 30 años y nos cuenta con mucha fuerza, orgullo y convicción que esta casa actualmente acoge a 32 adolescentes en “una dificultosa situación para sus cortas vidas, en el cual ellos asumen haber cometido errores al consumir, la sociedad los ha castigado excluyéndolo y el sistema no es capaz por sí solo de rehabilitarlos y reinsertarlos”.

Los jóvenes que ingresan pueden llegar a la Residencial San Francisco de Asís, por voluntad propia una vez reconocido su consumo problemático de drogas, o a través de postulación judicial, producto de resoluciones de Tribunales de Menores.

Esta casa ofrece actividades especializada de corte terapéutico, psicoeducativo, recreativo y ocupacional y precisamente nos tocó ver a un grupo de jóvenes en una especie de recreo jugando en el patio. Eran todos jóvenes, se veían felices y esperanzados, de “lengua rápida”, algunos más retraídos y tímidos, pero en general se ven con ánimo de reconstruir sus vidas y proyectarlas sin drogas ni alcohol. Les preguntamos qué es lo que más les gusta hacer en la Residencial y uno de los mas tímidos, Daniel (17) nos dice: “lo que me ha cambiado la vida, fue darme cuenta de que tengo talentos, que me gusta trabajar con el torno, que soy bueno para el ping-pong”, y nos muestra orgulloso unos marcos para foto que ha fabricado en madera trupán.

Cuando en la entrada vimos el logo de la Fundación junto con el slogan “Otra Actitud”, no pensamos que veríamos el tratamiento contra las drogas, efectivamente, con otra actitud. Se recupera a la persona íntima en la integralidad de su enfermedad, para después capacitarla y darle las herramientas para que pueda volver a ser parte a la sociedad, la misma que los excluyó y a la que hoy quieren volver. Con otra actitud.

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